El arte emiral y califal andalusí comprende las manifestaciones artísticas desde la conquista musulmana de la península ibérica hasta el surgimiento de los primeros reinos de taifas, es decir, los siglos VIII al X.
Este tipo de arte va a darse lugar especialmente en Córdoba, capital del califato creado por Abderramán III en 929, donde se construyen los edificios más representativos del poder andalusí, no sólo la gran mezquita aljama, sino una ciudad califal a las afueras del núcleo urbano: Medina Azahara, de gran lujo y breve existencia, pues fue destruida por la guerra civil al poco de construirse.
En el resto del territorio peninsular sobreviven algunos ejemplos, sobre todo en la ciudad de Toledo, donde todavía queda una puerta islámica del recinto urbano fortificado, la Puerta Antigua de Bisagra o Puerta de Alfonso VI, así como la mezquita de barrio Bab al-Mardum, más conocida tras su conversión en iglesia como ermita del Cristo de la Luz. En estado de restos arqueológicos quedó la rábida de Guardamar del Segura en Alicante o la Ciudad de Vascos de la provincia de Toledo.
La refinada corte de los califas multiplicó las artes decorativas, como los objetos de marfil, cerámica, vidrio, o metal y los tejidos. En el Museo Arqueológico Nacional se conserva el Bote de Zamora, destinado a la mujer de al-Hakam II, o la arqueta de Leyre. En el Palacio Episcopal de Córdoba se conserva una interesante fuente zoomorfa realizada en caliza, la conocida como Fuente del Elefante.